
De repente, de manera brutalmente inesperada, viajes al preciso instante cuando tenías 10 años y la madre abría la puerta de la terraza a las 7 de la mañana, en aquel Olot tan frío de diciembre, justo antes de venir a decirte “buenos días bicho, levántate, que es hora de ir al cole”. Y de repente viajas porque en algún lugar donde la vida te ha llevado, refresca, y el olor de frío te ha estallado a la cara y de manera brutalmente inesperada, revives nítidamente en aquellas mañanas de 2001.
Curiosos los mecanismos de recuerdo, de almacenar momentos de una manera exigentemente precisa, guardando exactamente, sobre todo, todas las conexiones olfativas que nos arraiguen en los momentos más tiernos, más tristes, más cálidos, más traumáticos de nuestra existencia, en definitiva; en todos los espacios-tiempos sinceros y significantes que en realidad no queremos olvidar.
All these unexpected journeys (to all these treasured moments) representa algunas de las expediciones más sorprendentes donde me ha llevado este despertar memorístico a través de un olor. Verdaderamente son viajes inesperados, pueden pasar en cualquier momento, sin buscarlos, sin quererlos, de una nitidez agobiante, pueden llevarte y devolverte a lugares que añores, a personas que ya no recuerdes ni su voz, a momentos que ni siquiera has revivido en fotografías, pero que resulten tener capítulos enteros guardados a la memoria. A viajar décadas por una flor, a mirar en los ojos al abuelo que murió, a sentirnos la risa salada de las únicas vacaciones en familia que tuvimos.