Cuando era niño, en el viejo ascensor de madera y cristal que llevaba a casa de mi madre, con la que vivía, una o dos veces al año reconocía, combinado con el del ascensor, un olor mezcla de cigarrillo Chesterfield y una antigua colonia que contenía madera de sándalo y vetiver. Era el olor de mi padre. Hace dos años murió y no consigo recordar aquel olor. Solo queda la descripción.
Valentín Vallhonrat