
Existe un cambio entre nosotros y nuestros recuerdos del pasado. Tanto las fuerzas exteriores como las interiores han sido alteradas por las fuerzas del tiempo. Por lo tanto, cuando recordamos nuestra realidad pasada, estamos influenciados por nuestra realidad actual. Estamos obligados a reflexionar no como éramos, sino como somos.
Con el paso del tiempo, nos convertimos en guardianes de nuestros propios recuerdos, de los cuales nadie ve ni experimenta como nosotros mismos.
Aunque nos aferramos a lo que una vez conocimos, la familiaridad que una vez fueron las fibras de nuestra existencia se ha vuelto más elaborada, el tapiz ha cambiado a tal grado, luchamos aún más por ver los primeros nudos que lo construyeron.
Sin embargo, cuando volvemos a un espacio antiguo, a una ciudad, a una calle, a un hogar, los recuerdos nos invaden una vez más. Brillantes, vívidos y claros. Revivimos y recordamos una vez más con facilidad, ya no atrapados por la nostalgia, sino que, en cambio, nos trascienden emocionalmente los recuerdos que el espacio mismo inconscientemente contiene.
Estoy experimentando con la transformación de líneas de tiempo personales y la transformación de momentos separados en un espacio armónico de pasado a presente. Instintivamente, estas experiencias nos conectan a todos con un sentido de nuestro legado y comprensión de quiénes somos. Por muy seguros que se sientan, estos recuerdos son solo apariciones débiles de la creatividad e imaginación de nuestra mente.