Entendemos el mundo a través de las tecnologías. Cuando Galileo inventó el telescopio la Tierra dejó de ser el centro del universo. Cosas similares han sucedido con la fotografía, Internet o el teléfono móvil; y pasará con la realidad virtual y la inteligencia artificial, aunque, actualmente, no nos lo creamos. Gracias a la tecnología, podemos ver imágenes de los lugares más recónditos del mundo con un simple tacto de scroll por la pantalla, escuchar los sonidos de todo el planeta, nuestros dispositivos móviles tienen técnicas biométricas por reconocimiento facial e incluso hay máquinas capaces de comprender cómo nos sentimos. Pero, ¿qué sabe la tecnología del aroma del café que desayunamos, del olor del viento que arrastra un bosque frondoso, del hedor de una alcantarilla o de nuestro aroma más íntimo, nuestro propio perfume corporal? Hoy en día impera lo tecnológico, no hay duda que cada vez lo digital se funde más con el mundo
físico y con los propios seres humanos mediante implantes cibernéticos, pero: ¿Qué entiende la tecnología del olfato?