El recuerdo olfativo que me llevó a crear esta obra fue el olor apestoso de la paloma muerta por el ataque de una gaviota en una calle de Barcelona y a juzgar por el aspecto llevaba un día o dos bajo el sol de pleno verano. En ese momento sentí una mezcla de emociones por aquel pájaro: pena, compasión, acompañado de la peste que produjo.